Las características urbanas de Sant Feliu de Guíxols son muy distintas a las de Platja-Castell d’Aro, municipio situado también en el valle del Ridaura, aunque uno y otro son piezas complementarias e indisolubles. Sant Feliu es una ciudad marítima, situada en un pequeño anfiteatro natural –de fundación real–, cuya razón de ser fue contrarrestar el poder de la Iglesia y controlar un puerto estratégico.
La consolidación urbana de Sant Feliu de Guíxols se produjo a finales del siglo diecinueve, cuando vivió una etapa de auge económico gracias a la industria del corcho. En esta época, se construyeron los grandes equipamientos urbanos, las principales infraestructuras y un conjunto de agrupaciones residenciales ligadas a la industria, que se situaron en la gradería del anfiteatro natural. El boom turístico convirtió a esta ciudad en una base operativa para la mano de obra que trabajaba en el municipio vecino, donde había una mayor permisividad urbanística para el desarrollo especulativo del turismo. Esta mano de obra no se instaló en el núcleo histórico ni en el ensanche suburbano decimonónico, sino en la plataforma superior del anfiteatro, con una urbanización a medio camino entre la marginalidad y las formas ortodoxas del urbanismo especulativo.
La revisión del plan reclamó la necesidad de ordenar la ciudad como la cabecera de un sistema que tenía su ensanche moderno y turístico en Platja d’Aro, razón por la cual debía preocuparse por resolver sus problemas internos y articular los tres “Sant Feliu” –el histórico, el decimonónico y el marginal / especulativo–, que hasta aquel momento se habían movido en direcciones contrapuestas.