El Plan de Torroella de Montgrí, que había ganado el Premio Nacional de Urbanismo de 1983, se había planteado tres grandes retos: recuperar la autoestima de la población a través de un reconocimiento del valor patrimonial de su territorio, eliminar falsas expectativas urbanísticas que manchaban prácticamente todo el llano aluvial, y proponer una ordenación muy minuciosa de su forma arquitectónica.Las preocupaciones del ayuntamiento se centraban en las dificultades que afectaban al turismo y en la importancia que tomaban el medio y el paisaje; y en la necesidad de articular desde el punto de vista urbanístico la complicada relación entre el núcleo histórico y el marítimo. La revisión del plan puso la cuestión del medioambiente y el paisaje en el centro de atención, actuando en todos los campos que le afectaban –en especial, en la recuperación de los espacios naturales, como un saladar que estaba en proceso de urbanización–, como una medida absolutamente necesaria en un espacio turístico. Al mismo tiempo, inició la transformación de la carretera que une los dos núcleos históricos en un eje territorial y de articulación de los diversos asentamientos desde l'Estartit hasta Torroella, pasando por las urbanizaciones intermedias, como desarrollo alternativo al del frente de mar. El documento también se preocupó de presentar la ordenación como un programa detallado de operaciones encadenadas en el tiempo y en el espacio –para hacer posible el cambio de orientación que propone el plan– y puso una especial atención en el dibujo de la normativa, como un paso más para la mejora del desarrollo del espacio privado.