“Cuando Alvar Aalto inicia su actividad como arquitecto, a finales de la década de los años 20 del siglo pasado, Escandinavia comenzaba a incorporarse al debate arquitectónico surgido a raíz de la [...] la Revolución Industrial. De la concepción funcionalista [...] Aalto adopta ideas y formas. Pero la estética reduccionista y la aséptica objetividad en el tratamiento de la materia habrían de entrar en conflicto [...] con el resto del legado al que el maestro finlandés jamás renunciará: el de la arquitectura popular, enraizada en el carácter local.”